14 mayo 2005

Bitácoras


Estoy convencido de que con estos cuadernos de navegación nace no solo una nueva forma de edición que revolucionará todo lo que rodea el mundo de la transmisión de la literatura. Nace también un nuevo género literario híbrido y global, como el mundo, como la vida.
Y una nueva forma de escribir con el texto sometido a permanente revisión, en constante crecimiento, una nueva forma en la que se materializa la abstracción de la obra en marcha.
Pero de la misma manera que gran parte de la literatura de la primera mitad del XX se hizo en los periódicos, la de estos umbrales del XXI va a nacer y a desarrollarse en este medio, nada virtual por cierto.

 Esta no es una forma de literatura virtual. A no ser que aceptemos también la virtualidad del libro, que no genera una comunicación real mientras no se lee.

Claro que esto no lo van a entender los que andan manejando aún sus apuntes amarillos sobre los morfemas y la casuística de las cláusulas aseverativas y desiderativas. Esos practican la otra acepción del verbo marear y se mueven en un concepto elitista de la cultura y de la literatura no muy lejano del incunable. Lo he podido comprobar en una reciente mesa redonda sobre el Quijote en la Feria del Libro de Cáceres.

Claro que en esta travesía habrá que esquivar, como en el mar de verdad, al macarra de la moto acuática y al despistado con flotador al que arrastra la corriente.
Ah, y al que se compra un yate para invitar a la familia a pasar el domingo.