24 mayo 2005

Donde la vida se doblega, nunca

Lo nuevo en el Quijote, sobre todo en el de 1605, no son los acontecimientos, sino de qué manera el personaje precisa de los acontecimientos para construirse, para inventarse a sí mismo.
Por eso, tan lejos del Teágenes y Clariquea y otras novelas premodernas, funda Cervantes la novela moderna, porque es el primero en darse cuenta de que el personaje se hace desde dentro hacia fuera, pero sobre todo desde fuera hacia dentro, desde los hechos a su asimilación personalizadora.
Y en esa asimilación de la realidad inventada por y para el personaje, Don Quijote busca su sitio en el mundo de una forma que inevitablemente asociamos ya a estos versos de Ángel González en su versión libre de La paloma:
No en el lugar del pacto, no
en el de la renuncia,
jamás en el dominio
de la conformidad,
donde la vida se doblega, nunca.

En su forma de construir al pícaro, algo de eso intuyó, aunque sin llegar a las últimas consecuencias, el anónimo autor del Lazarillo, menos lúcido, menos profundo, más agrio que Cervantes.