18 mayo 2005

Flamencos en los caños

Otra calmada noche cuaresmal en la orilla atlántica de salitre y flamencos.
Hay toda una demostración de plenitud en esos viajeros zancudos y, sin embargo, nunca desgarbados, que pasan volando a dos o tres metros de los tejados, en un armónico silencio rojo contra el oscuro fondo de la noche.
Durante el día, obedeciendo a no se sabe qué secreta llamada, en el desorden del viento de levante en la marisma, se mueven acompasados al ritmo de una insondable música instintiva y secreta, inaudible en su caminar indiferente de espaldas al viento y en su vuelo inalcanzable, callado, como de otro mundo.