15 septiembre 2005

Dos jetas

En ese zoológico mediático de ratones coloraos que tenía Jesús Quintero en San Juan de Aznalfarache, en Canal Sur, no lejos de la residencia apócrifa de Gonzalo Hidalgo en Coria del Río, aparecía de vez en cuando un patético ente apodado El Penumbra. Uno de esos tontos-listos que tienen en el loco de la colina su genio protector.
Había en su presencia, en sus actitudes, en su imitación del canto de la tórtola con el carrillo vibrátil, en su túnica brillante de Merlín del Aljarafe, algo que me sonaba a familiar, un eco remoto de esa especie vertebrada del caradura iletrado y un poco bobo.
Ya lo tenía casi olvidado y anoche, revisando una vieja grabación de 1977 del A fondo de Soler Serrano, hallé el eslabón perdido: Salvador Dalí.
Un Dalí de mirada lela, que dice “Me se olvida..., me se cae” (No, así no se habla en el Ampurdán), que mueve el carrillo para imitar a las moscas limpias con la misma vibración que el Penumbra y se delata como su antepasado.
Recuerdo ahora que también Dalí oficiaba sus lamentables imposturas embutido en túnicas como las del Penumbra.
Ese y Pepín Bello, dos prendas del 27.