11 septiembre 2005

Los adioses

Hace unos días redactaba para la radio una nota en la que recordaba que este mes se cumple el quinto aniversario de la muerte de Pedro de Lorenzo. Aludía allí a que el último tomo de las obras completas en la Editora Nacional se titulaba Los adioses. Luego el título me sonaba mucho a Onetti y como suelo citar de memoria tuve que comprobar que ese cuarto tomo se titulaba así, veintitantos años después de Los adioses del uruguayo.
Los mismos años, veintitantos, que separan Los adioses de un relato corto de Faulkner, Idilio en el desierto (1931), que, como era habitual en el maestro norteamericano, recicló en Las palmeras salvajes.
La relación entre el relato de Faulkner y la novela corta de Onetti va más allá de la mera coincidencia inconsciente y reside en esa zona imprecisa que separa la influencia del plagio, la que distingue entre Pierre Menard y el discípulo. Las situaciones y los personajes se parecen mucho, pero a mí la de Onetti me sigue pareciendo pese a todo una pequeña y admirable obra maestra y el relato de Faulkner uno de los más flojos que escribió. Tal vez por eso lo rechazaron varias revistas entre 1930 y 1931.
En el Memorial de un testigo definí a Onetti como un Faulkner menor. Ahora veo que, aunque eso sea cierto, requiere un matiz: ante Faulkner, como ante Shakespeare o Cervantes o Borges casi todos los demás son menores.