30 septiembre 2005

Patriotas

“El patriotismo es el último refugio de los canallas (o de los sinvergüenzas, como quiere una traducción más directa)”, advertía Samuel Johnson. Mucho antes, Gregorio Mayáns y Siscar, Bibliotecario de la católica majestad de Felipe V, escribía en su Vida de Miguel de Cervantes esta frase que descolocaría a los patriotas actuales en el improbable caso de que sus lecturas fueran más allá de las memorias de Trillo o Aznar: “Si Cervantes entendiera por patria suya a toda España (cosa muy impropia y que no cabría en su pluma)...”
En Los cien mil hijos de San Luis, el episodio nacional de Galdós, me topo esta mañana con este párrafo intemporal:
El orador [Alcalá Galiano] hablaba de la patria, del inminente peligro de la patria, y de la salvación de la patria y de la gloria de la patria. Es el gran tema de todos los oradores, incluso los buenos. No he conocido a ningún político que no estropeara la palabra patriotismo hasta dejarla inservible, y en esto se me parecen a los malos poetas, que al nombrar constantemente en sus versos la inspiración, la lira, el estro, la musa ardiente, la fantasía, hablan de lo que no conocen.

Se llenan con esa palabra la boca y así se les ha puesto, de labio sibilante o lengua nadadora.