07 octubre 2005

El eremita en Murcia

Para Manuel S. Viola, lector atento

Por estos días de comienzos de octubre hubiera cumplido 79 años Miguel Espinosa. Para desgracia suya y nuestra murió en 1982 después de una vida azarosa sobre la que a veces sobrevoló la pobreza, como recordó en un delicado e inteligente artículo Eloy Sánchez Rosillo, al que le robo el título para esta entrada.
Espinosa pertenece a una estirpe rara de escritores totales de densidad estética e intelectual casi sobrehumanas.
Su Escuela de mandarines (1974) y sobre todo su Tríbada (cuya segunda parte terminó poco antes de morir) quedarán, si hay justicia, como dos novelas esenciales de la literatura española contemporánea.
Algo habrá de capricho en la asociación, pero cuando lo releo o lo recuerdo pienso también en el Ferlosio de las guerras barcialeas y en Antonio Pereira y en Gonzalo Hidalgo, prosistas rigurosos y narradores admirables que demuestran que la novela es algo más que un mero objeto de consumo en esta época de insoportables levedades novelísticas.
Ah, y que nadie piense que son de esas novelas experimentales infumables que le hacen la vida imposible al lector. Nada de eso. Tríbada es una novela de lectura fácil y deslumbrante.