05 octubre 2005

Jardines, selvas, demonios

El maestro Steiner, tan agudo habitualmente, tiene escrito que los libros se desarrollan al ritmo paciente y lento de los jardines, y no con el crecimiento voraz de las selvas.
Como metáfora no está mal, pero no estoy seguro de que sea una afirmación acertada. Quien más quien menos, en este mundillo de la creación literaria sabe que hay periodos de extrema sequía y épocas de lluvias torrenciales en las que uno se siente compulsivamente llamado a escribir.
Pablo Guerrero me decía la otra noche que había empezado a escribir un libro y que había estado hasta las cinco de la mañana como poseído por ese frenesí de la escritura con la inquietud añadida de no saber si aquello lleva a algún sitio.
Seguramente, con distinta frecuencia, nos ha pasado a muchos. Quizá no sea más que un desajuste psíquico afectivo que se podría solucionar llamando al cura de Usagre para que con un ensalmo y una pizca de agua bendita nos saque los demonios.