09 febrero 2006

Del mismo Bilbao

En Cambio de destino, las memorias que acaba de publicar Seix Barral, habla Jon Juaristi de su bisabuelo Felipe, que presidía en Bilbao el gremio de artesanos de la madera en los años de la tercera guerra carlista:

Era un menestral próspero, dueño de una tonelería y padre de once hijos. Una leyenda intrafamiliar le atribuye nada menos que el bautizo de la Villa, porque Bilbao (según se nos contaba a sus descendientes) no tuvo nombre hasta que el bisabuelo Felipe arrojó a la ría uno de sus toneles. Al hundirse, soltó grandes burbujas, ñproduciendo un sonido que todos los circunstantes reconocieron inmediatamente como bil-bao. No es, con todo, la etimología más absurda que se le ha buscado a la ciudad que tanto quise y tan poco echo de menos.

El párrafo no puede ser más divertido y está contado con eficacia y con ironía. Es un pena que ese tono que predomina en los primeros capítulos se pierda a medida que Juaristi se acerca al presente y se instala en la descripción agria de situaciones y personas con un lenguaje agresivo y tremendista que arruina la lectura de estas páginas. Lo podía haber hecho mucho mejor.
Podría, incluso, no haberlo hecho.