03 agosto 2006

Desde Cádiz a Santiago Castelo

Últimamente era él, el nieto más formal de don Manuel Machado, quien me llamaba con puntualidad periodística y humana para una felicitación o para cualquier otra cosa. Hoy me toca felicitarle y hacer pública una alegría privada que él conoce bien y sabe bien sincera.

Aunque yo, como Max Estrella, tengo el honor de no ser académico, le tengo un ya viejo afecto. Le recordaba el otro día en la Plaza de San Antonio de Cádiz (salada claridad). Ahora hace 25 años de la muerte (civil) de Pemán y recuerdo que Castelo estuvo siguiendo aquellos últimos días de quien literariamente llevaba ya mucho tiempo muerto.

Sé que no está de acuerdo conmigo en eso. Ni en muchas otras cosas. Coincidimos en otras admiraciones propias y ajenas de las que hemos hablado mucho. En el aprecio por Pedro de Lorenzo, tan discutible, tan admirable, o por Gastón Baquero, el excelente poeta cubano al que Castelo ayudó tanto y tan discretamente.

Evoco aquí el final de uno de sus poemas más redondos, Autorretrato en Rodas:

Que la música traiga oleajes marinos,
rumores de encinares, olivares y parras
y me dejen que tome algún vaso de vino
y pronuncie algún nombre que quizás nadie entienda.
Lo escribo tibiamente junto al mar, esta tarde,
aquí, en Rodas, sentado sobre el sol de la historia.

Enhorabuena, amigo, por esa Medalla de Extremadura.