09 agosto 2006

Viñals

Cuando estoy paseando por el castillo de Santa Catalina, baluarte defensivo, avanzadilla atlántica y límite de la bahía gaditana, antiguo penal militar, hoy reconvertido en centro de exposiciones y espacio de conciertos, me llama José Viñals para decirme que acaba de leer mi Cementerio alemán.
Me dice lo que le ha conmovido el poema y a mí me conmueve también esa llamada del poeta admirable del que ando leyendo este verano su reciente He amado, publicado por La poesía, señor hidalgo.
Uno de esos libros alucinados y alucinantes a los que nos tiene acostumbrados Viñals, un libro que hay que leer poco a poco, no sólo por sus abundantes páginas, porque son diez libros los que recoge este volumen, sino por una intensidad expresiva que ni permite ni aconseja una lectura continuada:

Tengo un ojo en la penumbra de la metafísica y otro ojo en el centro de la razón, ecónomo que soy de las pordioserías irracionales, ambicioso de la lengua, bicho verbal y atrabiliario… moriré de infortunio en tu mano de seda, amancebado con tu risa preclara, hembra leve y profunda como los catecismos y los libros de horas, como el pan que no cede su lugar en el mundo.
En la contraportada de Transmutaciones (X premio Gil de Biedma), que editó Visor, se leen estas líneas que yo creo que resumen su obra, su actitud ética y su apuesta estética:
Viaje alucinante por los territorios de la conciencia, un discurso ético comprometido con la precaria condición del ser humano, la redención del hombre por medio del amor y la inevitable gravitación estética de su palabra, actitud que califica el conjunto, inclasificable, desobediente y lúcido, de su obra.
Gracias, maestro, por la llamada. Y por este libro y por los anteriores.