28 junio 2008

Joaquín Márquez

Mi amigo Joaquín Márquez, tan admirable poeta como puede comprobar quien entre en la Biblioteca de Autor que tiene en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, me envía este artículo para que lo publique si me parece oportuno. Me parece no sólo oportuno, sino -como dice la liturgia de la misa- justo y necesario:

Con, de, en, por, sin… los premios

El pasado día treinta de mayo publicaba don José Luis García Martín, en un periódico de Oviedo, una crítica o artículo titulado Poesía a la carta o contra los premios, donde me hacía el honor de citarme al frente de algunos poetas representantes, según él, del “concursante profesional”.
Para empezar, dicho señor define al concursante profesional como “el que escribe libros unitarios”, por lo que difícilmente encajaría en esa lista. Mis libros -veinte ya-, están confeccionados reuniendo poemas que, con alguna rara excepción, no tienen la menor unidad temática. Basta con examinar cualquiera de sus índices para comprobarlo. Y de otra parte, me cuesta entender que un poeta se desacredite por escribir libros unitarios. Si fuera así, habría que echarle en cara su unidad temática a Juan Ramón Jiménez, a Cernuda, a Lorca, a Ángel González, y a tantos otros.
Y aún más, conforme a la primera parte de su enunciado, el señor García parece olvidar que la mayoría de los clásicos escribían “a la carta” en numerosas ocasiones, o ¿qué otra cosa son las Elegías de Garcilaso, dedicadas al Duque de Alba en la muerte de su hermano, o la Epístola a don Diego de Mendoza, de Boscán, o los sonetos de Francisco de Aldana, al rey Felipe y a la reina doña Ana, o la mismísima Epístola Satírica y Censoria, de Quevedo, escrita al Conde Duque de Olivares?
Creo que lo que verdaderamente molesta a dicho señor no es que un libro sea unitario o no, sino que se premie, se publique, y encima el autor reciba una remuneración de cierta importancia. Es decir que para este caballero significa un estigma obtener un premio, y no lo es actuar de jurado en ese premio, naturalmente, cobrando. Una contradicción ardua de entender. Debe ser que, en su caso, hay un desdoblamiento. Y el crítico escribe sus artículos y cobra como jurado, y el poeta se resigna y calla.
Al margen de lo indicado, no se le escapa a nadie que escribir poesía y ejercer la crítica de ésta, es convertirse en juez y parte, algo que en cualquier otra labor, resulta, evidentemente, deshonesto. En resumen, un profesional, de lo que sea, es alguien que se gana la vida con esa profesión, lo que no ocurre en mi caso, ni en el de los poetas que menciona, y sí en el del señor García Martín, que reúne en una sola persona al profesor, al ensayista, al crítico y al poeta. Y supongo que cobra por tres de esas facetas –cobrar por la cuarta significaría un borrón más en su labor crítica, pero, visto el panorama actual, no es algo que deba excluir.
Sabido es lo difícil que resulta publicar en nuestro país. Si no se tienen buenas amistades en alguna colección, hay que doblar el espinazo en las editoriales, mendigando un favor que de una manera u otra habrá de pagarse. Considero mucho más digno presentar el libro a un certamen, donde será un Jurado quien decida qué hacer con él. Como el señor García Martín sabe por experiencia.
Por fortuna, la poesía no es una religión, como algunos –incluyendo al articulista- parecen creer, ni el poeta es un sacerdote. Y uno puede escribir lo que le apetezca y como le apetezca. De la calidad de su escrito, den cuenta los lectores y el tiempo. Que eso ya es otro asunto.
Quienes ganamos algún premio al publicar un libro no formamos, pese a lo que diga el señor García, un escalafón aparte. Son los poetas-críticos quienes forman ese escalafón, aprovechando tal circunstancia para sus propios intereses, manipulando las antologías a su conveniencia (tú me pones a mí, yo te pongo a ti). Y donde, como es lógico, no caben los poetas premiados. En el colmo del descaro, agrega que al autor así anatematizado “tantos prestigiosos avales no han logrado librarle del descrédito, la desatención, el olvido”. Afirmación esta última, que muestra una faceta más de la personalidad del polifacético señor García: la de futurólogo.
Es una pena que no tenga en cuenta el descrédito, la impudicia y la desvergüenza del crítico que, más o menos consagrado como tal, gana premios considerados importantes, después de actuar en esos mismos premios como jurado. Lo que acaba de ocurrir muy recientemente, con algunos eximios colegas suyos, sin que el señor García Martín haya hecho, que yo sepa, el menor comentario. Creo que se merece un premio.

Joaquín Márquez

Ahí queda eso. Me temo, Joaquín, que ni a la manzanilla ni a los langostinos de Casa Bigote en Bajo de Guía nos va a convidar este hombre.