15 febrero 2009

Dos novedades de Bartleby

De muy distinto signo, pero unidas por el sello común y por la calidad, abren el año editorial de Bartleby.

La primera es una nueva edición de los Sonetos de Shakespeare, que cumplen este año cuatro siglos de controversias y enigmas. Y ahí siguen, tan frescos después de tanto tiempo, tan desafiantes, tan resistentes al asedio crítico. Como todos los clásicos de verdad, un terreno minado, un territorio tan ambiguo como la voz lírica y amorosa que habla en ellos. La traducción de Christian Law Palacín tiene que enfrentarse -como siempre con estos textos- al problema del monosilabismo del inglés y lo resuelve con un verso endecasílabo que sacrifica algo del sentido, pero mantiene la ligereza del ritmo original frente a la solución del alejandrino por el que optan otros traductores. Es una opción arriesgada que facilita la lectura y lo agradece el lector. Los que los traducían en prosa se evitaban pasar por este trance, pero el resultado es hoy directamente ilegible.

Y otra novedad, que Bartleby coedita
con la Fundación Domingo Malagón: los Cuentos afrancesados con los que seis narradores españoles de ahora mismo (Isaac Rosa, Marta Sanz, Luisa Cuerda, Luisgé Martín, Ricardo Rodríguez y Luis Martínez de Merlo) hacen su aportación narrativa e irónica al bicentenario del levantamiento del 2 de mayo de 1808 desde la distancia de dos siglos. Un soplo de aire fresco sobre unos hechos controvertidos y manipulados por la historiografía tendenciosa. No hace falta decir a qué tendencia me refiero. Una pista para que el lector se haga una idea: el relato de Isaac Rosa (Nuestro desembarco en Normandía) va encabezado por una cita de la neocon Esperanza Aguirre, tan liberal ella, tan culta, tan rigurosa con la Historia. El resultado, tan explosivo como previsible.