25 abril 2009

La noche no tiene paredes



Es el título de la nueva -seguro que no la última- entrega poética de Caballero Bonald. Acaba de publicarla Seix Barral. Organizado en cinco partes, La noche no tiene paredes se abre con este Tiempo de los antídotos:



La edad me ha ido dejando

sin venenos, malgasté en mala hora
esa fortuna,
¿qué más puedo perder?

Llega el tiempo ruin de los antídotos.

Materia devaluada, la aventura
disiente de ella misma y se aminora.


Ya sólo quedan rastros de peligros,

una zona prohibida apenas frecuentada,
la pauta exigua de lo inconfesable,
cierto amago fugaz de furia y desacato.


La osadía de bordes delictivos,
los deseos gastados

en los bruscos dispendios de la infidelidad,

la virtud y su inercia depravada,
el amor consumiéndose

como un licor impuro, la excitante

trastienda de la noche,
¿qué se hicieron?

Los años, ay de mí, me han desmentido.



Lo cierra un espléndido Sombras le avisaron, en cuyo título resuena aquel cantar misterioso que dio pie a Lope en El caballero de Olmedo. Acaba así, y con él el libro, con esta reivindicación vital del gozo:

Sombras dispares
que el tiempo reconcilia a duras penas,

pero que juntas van contribuyendo
a ejercer de benévolos augurios
de esas noches gozosas que te quedan de vida.

Entre uno y otro, cien poemas celebratorios o elegiacos, potentes en su vocación memorial y ambiciosos en su exploración del lenguaje.