02 septiembre 2009

Un niño en una calle de Sevilla

Vive Juan en una casa de la calle Ancha de la Feria -la casa señalada con el número 72-, en la que ha nacido. Nacer en la calle Ancha de la Feria y encararse con la humanidad que hierve en ella apenas se ha cansado uno de andar a gatas y se ha levantado de manos para afrontar la vida a pecho descubierto, es una empresa heroica, que imprime carácter y tiene una importancia extraordinaria para el resto de la vida, porque súbitamente la calle ha dado al neófito una síntesis perfecta del Universo. Los sevillanos, que son muy vanidosos, advierten la importancia que tiene esto de haber nacido en la calle Ancha de la Feria y lo exaltan.

Es algo tan decisivo como debió serlo el nacer en el Ática o entre los bárbaros. Lo que no saben los sevillanos -y si se les dijese no lo creerían - es que tan importante como haber nacido en la calle Ancha de la Feria es nacer en cualquiera de las quince o veinte calles semejantes -no son más-que hay por el mundo. Calles así las hay en París, en los alrededores de Les Halles, en cuatro o cinco ciudades de Italia, sobre todo en Nápoles, y aun en Moscú, allá por el mercado de Smolensk. Hasta quince o veinte en el vasto mundo. Aunque los sevillanos no quieran creerlo.


(Manuel Chaves Nogales. Juan Belmonte, matador de toros. Renacimiento. Sevilla, 2009)