05 marzo 2010

Pérez Reverte y la Batalla de Chiclana



Esta tarde a las siete se presenta en el Palacio de Congresos de Cádiz, en la Cuesta de las Calesas, frente a las Puertas del mar, El asedio, la novela de Pérez Reverte ambientada en el Cádiz resistente al cerco napoleónico en 1811.

La casualidad ha querido que hoy, 5 de marzo, se cumplan 199 años de la Batalla de Chiclana. Conocida también como Batalla de La Barrosa o de La Loma del Puerco, fue una de las más famosas y sangrientas de las que libró el ejército aliado angloespañol contra las tropas napoleónicas: en hora y media la artillería provocó dos mil bajas francesas y mil inglesas.

Una de las más famosas y de las más inútiles estratégicamente, porque la victoria de una división angloportuguesa sobre dos divisiones francesas quedó en escaramuza y en mera maniobra de distracción porque no supo aprovecharse luego para aflojar el cerco de Cádiz, que estuvo sitiada hasta el 24 de agosto de 1812.

Sirvió, eso sí, a la propaganda y aumentó la moral de quienes salían desde el barrio de la Bomba hasta las Puertas de Tierra a ver a los franceses que los bombardeaban desde el Trocadero, pero eran incapaces de atravesar el laberíntico caño de Sancti Petri por el Puente Suazo.

El cuarto capítulo de El asedio se inicia con la referencia a lo que ocurrió en la Loma del Puerco aquel 5 de marzo de 1811:

Arde el pinar por la parte de Chiclana. La humareda de color gris pardo, punteada de vez en cuando por fogonazos de artillería, se extiende suspendida entre cielo y tierra mientras el crepitar de fusiles llega lejano, amortiguado por la distancia. El camino que sube de la costa en dirección a Chiclana y Puerto Real está lleno de tropas francesas que se retiran, en un torrente de fugitivos, carruajes cargados de heridos e impedimenta, y soldados que intentan ponerse a salvo. El caos es absoluto; las noticias, inexactas o contradictorias. Según cuentan, se combate con dureza en el cerro del Puerco, donde las divisiones Leval y Ruffin están en aprietos o han sido batidas ya, a estas horas, por una fuerza angloespañola que, tras desembarcar en Tarifa, avanza hacia Sancti Petri y Cádiz para romper el cerco de la ciudad. También se afirma que los caseríos de Vejer y Casas Viejas han caído en manos enemigas, y que Medina Sidonia está amenazada. Eso significa que todo el arco sur del frente francés en torno a la isla de León puede irse abajo en cuestión de horas. El temor a quedar atrapadas en la costa, cortadas del interior, hace que las fuerzas imperiales situadas entre el mar y el caño Alcornocal se retiren hacia el norte.

Ese norte al que se retiran las tropas es lo que todavía hoy se conoce como Pinar de los franceses en las afueras de Chiclana, un territorio marismeño de fango y cepina a tiro de piedra de Puerto Real y de la Isla de San Fernando. Unos lugares familiares para quien recorre muchos días del año los veinticinco kilómetros que separan Conil de la Torre Bermeja, al final de la Barrosa, y el caño de Sancti Petri. A medio camino, en la Loma del Puerco, se levantó hace poco el monumento de las fotos.

Desde allí se podía divisar hasta hace cinco años todo el campo de batalla hasta la Torre Bermeja. Hoy un abominable edificio cúbico y municipal ha arruinado aquel paisaje como el abominable Fernando VII nos arruinó el presente desde sus días etílicos y gaditanos del ventorrillo del Chato.