28 julio 2010

Como en la dictadura. Carta abierta a Curro Romero


Es verdad, maestro, faraón, miarma, parece que volvemos a los tiempos de la dictadura.

Aunque sólo sea porque la caverna vuelve a instrumentalizar vomitivamente los toros como fiesta nacional, como cultura ancestral, como expresión de los valores castizos de la raza.

Es verdad, parece que volvemos a los tiempos de la dictadura. Pero hay una diferencia -maestro, faraón, miarma- que tal vez le ha pasado desapercibida con tanto ruido y tanto palmero destemplado de bulería barata.

No es una diferencia menor: esta decisión la ha tomado un parlamento que expresa la opinión de la mayoría social de Cataluña, mientras que usted -faraón, miarma, maestro-, vaquerillo joven de Queipo de Llano, último faraón de Camas, medallista de las Bellas Artes en su mayor edad, lujo de las fiestas de la sevillanía capillita y rampante, se hacía fotos con Franco, que aquel sí que era un dictador, y no le decía ni mu. No le decía ni mu ni na. Y aquello sí que era una dictadura, miarma, maestro, faraón. Lo que es la jindama.

Por eso, para que nunca nos confundan con esa caverna que hace de los toros la fiesta nacional, algunos aficionados como yo, después de medio siglo, no volveremos a pisar una plaza de toros en la vida.

Ni en Cataluña ni en ningún sitio. El mes pasado estuve en Zaragoza y ya ni me acerqué al coso de Pignatelli a saludar al busto de Don Paco el de los toros.

Quédense con la copla y con la fiesta. Quédensela enterita usted -maestro, faraón, miarma- y sus amigos: los Píos, los Arenas Bocanegra, los Antoñitoburgos y demás comparsa. Y que les aprovechen las raspas que han dejado en este vergonzoso banquete con bandera, banda y murga.