11 octubre 2010

Atalanta. Cinco años, cincuenta libros

Cuando decidí vender mi antigua editorial y fundar junto a Inka Martí, mi mujer, un nuevo sello con sede en el campo, no era nada consciente de lo que en realidad significaba dar ese paso en cuanto a conciliación con las pautas y tendencias del nuevo siglo. La perspectiva de alejamiento que supone contemplar la cultura desde la distancia en su aspecto intemporal, en contra de la tiranía de la actualidad que nos han impuesto los medios de comunicación, –pues la cultura es una–, también obliga a reducir el tamaño de la empresa y a potenciar al máximo los medios cibernéticos: en primer lugar, por la posibilidad de cubrir mediante el ordenador todos los pasos que necesita un libro (al menos conceptualmente) antes de llegar a la imprenta –pues ya no es necesario estar en las grandes ciudades sino en las redes–, y, en segundo lugar, por la comunicación inmediata que estableces con el mundo a través de internet, facebook o la página web. La tecnología no es el enemigo de los que editamos en papel, sino nuestro mejor aliado. Sin ordenador, sin internet, Atalanta no habría podido existir tal como es. Gracias a los medios electrónicos las pequeñas editoriales independientes han podido florecer y promocionarse desde cualquier parte del globo terrestre.

El proceso de construir un libro es largo y arduo, y de alguna manera convierte la edición en un arte, aunque yo prefiero el antiguo término de artesanía. A pesar de que el artesano acabó siendo a finales del siglo pasado una vieja referencia que la sociedad tecnificada había hecho casi desaparecer en favor de los procesos industriales, me sigue pareciendo uno de los mejores modelos que pueden imaginarse para la edición del siglo xxi. Como sucedía con los viejos amanuenses, el trabajo (electrónico) del editor y su equipo es más bien anónimo al ir firmado colectivamente, por lo general, en la parte baja del libro. Esta firma no se refiere a ninguna persona en concreto, a ningún ego en particular, como sucede con las obras de arte. El editor es el director de orquesta, pero todo el mundo sabe que la música que escucha, con sus aciertos y equivocaciones, la hacen posible todos los diferentes intérpretes que participan en la orquesta, y que, por tanto, es una obra plural. Es cierto que los editores eligen las partituras y dan su estilo al programa, pero el trabajo de resolver los mil y un detalles es una silenciosa labor colectiva, pues, como dijo una vez Oscar Wilde: en la vida los detalles tienen poca importancia, pero en el arte lo son todo.

Cinco años, cincuenta libros. Ésta es nuestra filosofía. Tratar de hacer pocos libros. No seguir las pautas del mercado, sino aspirar a abrir un espacio propio en su seno. Tener una línea editorial clara, libre y coherente; y lo más importante, ser siempre fiel a ella. Editar no es un trabajo, es una pasión, un inconfundible anhelo.

Es un fragmento del texto del catálogo especial 2005-2010 que ha elaborado Jacobo Siruela para celebrar los cinco años de Atalanta.