18 noviembre 2010

Garcetas blancas


En la orilla de la mente se acumulan las algas,
en la maraña de coronas, guirnaldas de flores;

el tumulto Atlántico de Cas-en-Bas sube y baja,
hondo suspiro, fleta el claro oleaje cual charca
de nenúfares con densos rizomas y los huecos
que se abren a olas que embisten sin fin, crestas de espuma
cual jinetes de África; llegas a una costa blanca

aun más honda que la marea; si el alma descansa,
Dakar es su siguiente playa. En la arboleda, a lomos
de caballos que relinchan, los turistas, tu nieta;
aquellos campos de algas ya alcanzan hasta Guinea.
Gavias baten las alas cual veleros cruzando aguas

separadoras, tintín de huesos y conchas. ¡Cuánta

carga, qué masa de tiempo aguantas, niña amazona,
cuánta ignorancia en las guirnaldas! ¡No expía esta imagen
los siglos: caballo, niña fulgente, arena y algas!


Este es uno de los cincuenta y cuatro poemas de Derek Walcott que forman parte de Garcetas blancas, que acaba de publicar Bartleby en edición bilingüe.

La traducción y el prólogo son de Luis Ingelmo, que ha abordado la difícil tarea de traducir este último libro del Nobel antillano, cuya edición original (White Egrets) es de este mismo año. A los escollos habituales en la traducción de cualquier lengua -la dificultad de transferir el tono de una lengua a otra, la imposibilidad de evocar todo el sistema connotativo en que se sustenta la palabra poética- se suma la complicación de traducir del inglés, tan propenso a los monosílabos que dan al poema una cadencia musical intraducible y rara para un oído acostumbrado al ritmo del castellano. Eso lo sabe mejor que nadie Luis Ingelmo, que propone una versión creíble, en alta fidelidad, de la poesía de Walcott.

El poema que abre este comentario podría tomarse como cifra de este libro marino, elegía y testamento de Walcott, como señala Ingelmo en un prólogo que recorre las imágenes fundamentales del mundo poético del antillano. Un mundo mestizo y una poesía de la imagen y la mirada en que se funden la insularidad y el viaje, la mitología y el paisaje del Caribe, el presente y la nostalgia, la memoria del paraíso y el mar. Y esas garcetas blancas que vuelan sobre él:

Mira: garzas
cansinas marchan cual tropa despeinada, pancartas
blancas que amarridas se arrastran, son la gran llaga
pálida de un viejo en sus memorias, coplas escritas
que despliegan sus alas como secretos a voces.