01 febrero 2012

Macabro vals vienés



Para Lola Ferreira y Miguel Ángel Delgado

Casi a la misma hora a la que unos neonazis jóvenes y austriacos celebraban en el Palacio Imperial de Viena los crímenes de sus abuelos con un macabro y vomitivo baile de gala, me llegan dos libros de Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores.

El más voluminoso, más de mil doscientas apretadísimas e intensas páginas, es El libro negro, una obra espectacular de Vasili Grossman e Ilyá Ehrenburg sobre el holocausto en Ucrania, Bielorrusia y Polonia durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial.

Entre 1943 y 1946, Grossman y Ehrenburg, por encargo del Comité Judío Antifascista y a instancias de Albert Einstein, recogieron un ingente material con el que completaron un memorial de crímenes que ocupó casi treinta tomos y que fue utilizado parcialmente en el juicio de Nuremberg. Se iba a publicar en 1947, aunque Stalin impidió su impresión a última hora y no se editó hasta 1988 en Jerusalén por el Museo de la Shoá. Ahora acaba de aparecer en español con traducción de Jorge Ferrer y con introducciones de Irina Ehrenburg e Ilyá Altman.

Una de las víctimas del nazismo que podía haber aportado allí su testimonio si no hubiera sido porque entonces era un niño es Aharon Appelfeld (Bukovina, Ucrania, 1932), el autor de Flores de sombra, una conmovedora novela de formación que enfoca la experiencia del holocausto y los guetos desde el inocente punto de vista de Hugo, un niño judío de once años que despierta a la vez a la vida y a la sexualidad, a las persecuciones y a las masacres.

Por una de esas burlas amargas del destino, recibo estos libros, ya digo, casi a la vez que esos rubios rapados de ojos azules y encefalograma plano celebraban a ritmo de vals vienés el aniversario del holocausto.

Sus botas uniformadas giraban de nuevo, impunes y celebratorias, sobre seis millones de cadáveres. Y reían, con una risa blanca y siniestra, orgullosos de su raza y de su aportación a la historia de la humanidad.