11 octubre 2012

El lugar de la literatura española.




Desde que se anunció el proyecto renovador de una nueva Historia de la literatura española dirigida por José-Carlos Mainer que publica la Editorial Crítica, había dos volúmenes que llamaban especialmente la atención por la novedad de su enfoque.

Aparte de sus nuevos planteamientos y de la nueva disposición de materiales en los tomos dedicados a la historia de la literatura en las distintas épocas, las novedades más llamativas del proyecto eran dos volúmenes transversales que ya son una realidad.

Uno es el tomo octavo, Las ideas literarias, que se publicó hace un año y que dirigido por José María Pozuelo Yvancos estudia en un espléndido panorama de conjunto la formación de las teorías literarias y la práctica de la crítica como exponente del canon literario en España a lo largo de ocho siglos, desde 1214 hasta 2010.

El otro, El lugar de la literatura española, firmado por Fernando Cabo Aseguinolaza, acaba de aparecer y aborda el concepto mismo de literatura española, analiza sus relaciones con las literaturas de otras lenguas peninsulares (catalana, gallega, vasca) y europeas o con la literatura hispanoamericana.

Se trata de una ampliación del campo de estudio para situar la literatura española en un contexto que va más allá del estrictamente nacional, que se fija cuando España se constituye como el primer estado moderno a finales del siglo XV.

Las raíces culturales mestizas, árabes y hebreas, la expansión en América, las tensiones con los nacionalismos periféricos, la incorporación de otras literaturas mediante la traducción y la identidad problemática de la literatura hispánica en el conjunto de la literatura universal son algunas de las claves que orientan este estudio cercano a los planteamientos de la literatura comparada para aportar una perspectiva global del lugar que ocupa la literatura española en el ámbito peninsular y fuera de él.

Una literatura que surge en el marco de la cultura europea del Renacimiento, no renuncia a sus raíces orientales, al mestizaje árabe y hebreo de Al-Ándalus y Sefarad, se proyecta en la  expansión en América, crece a la vez que las tensiones con los nacionalismos periféricos, incorpora otras literaturas mediante la traducción.

Esa identidad problemática de la literatura hispánica en el conjunto de la literatura universal es el resultado de una suma de conflictos entre la tradición y la modernidad, entre lo centralista y lo periférico, entre lo español y lo americano.

Y así surgen una serie de preguntas que orientan las claves de este estudio cercano a los planteamientos de la literatura comparada.

Por ejemplo, ¿habría que hablar de literatura española o de literatura en español? Si se asume esta segunda solución, se amplía considerablemente el campo de estudio, en una perspectiva que va más allá de las identidades nacionales y se define en función de la comunidad lingüística y de las semejanzas culturales y literarias. Porque en definitiva estamos hablando de una sola literatura, escrita en la misma lengua y alimentada en la misma tradición, dirigida al mismo público y canalizada por el mismo mercado editorial, enraizado en México, Madrid, Buenos Aires o Barcelona.

Organizado en cinco apartados –La construcción de la literatura nacional; Europa, o no; El oriente en casa;  América, hacia una literatura mundial y La negociación del lugar-, como en el resto de los volúmenes de esta Historia de la literatura española, un centenar de textos apoyan los contenidos desarrollados en la primera parte de esta entrega, la penúltima en aparecer.

Para completar el proyecto, sólo queda por aparecer un volumen, el correspondiente al Renacimiento, con el que culminará este empeño monumental que ha renovado decisivamente el panorama de los estudios literarios en España.