07 noviembre 2012

Luis Harss. Los nuestros


La reedición, por fin, de Los nuestros del chileno Luis Harss en  Alfaguara es una de las mejores noticias del año editorial.

Aquel libro, escrito inicialmente en inglés -Into the Mainstream: Conversations with Latin American Writers- y traducido por él mismo al español, apareció en noviembre de 1966 en Sudamericana de la mano de Paco Porrúa y fijó el minuto inicial del boom de la novela latinoamericana en los años sesenta.

Llevaba años sin reeditarse, pero no sin circular, porque es un clásico necesario. Lo explica Luis Harss en la Nota inicial a esta nueva edición: cuando el libro ya no se conseguía en librerías, la gente lo robaba de las bibliotecas.

Por eso, el creciente número de copias piratas indicaba que la recuperación de Los nuestros casi medio siglo después de la primera edición, no solo era pertinente sino imprescindible.

Los nuestros excedió desde muy pronto la modestia de su planteamiento inicial como libro de entrevistas o galería de retratos para convertirse en el primer acercamiento crítico y luminoso a la novela latinoamericana de los años sesenta, en una referencia tan ineludible como las obras mayores del boom.

En cierto modo, Harss estaba inventando el boom, bautizándolo y fijando un canon que reunía equilibradamente dos generaciones de narradores: los mayores -Carpentier, Asturias, Borges, Guimarães Rosa, Onetti- y los aún jóvenes Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, unidos por un propósito literario común que –como señala Harss- es el tema constante de Los nuestros: la realidad pensada y hablada de otro modo.

En los años setenta las cosas cambiaron tanto con las dictaduras del Cono sur que Los nuestros corrían el peligro de aludir a aquellos tipos infames que se apellidaban Videla, Pinochet, Bordaberry, Stroessner o Banzer, los cóndores al servicio del halcón Kissinger.

Han pasado casi cincuenta años desde la aparición de esta obra que fue mucho más que un libro oportuno, como lo califica con modestia Harss. Han pasado casi cincuenta años y muchas cosas desde entonces –dictaduras, premios y reconocimientos universales, traducciones a las principales lenguas de cultura, decenas de títulos posteriores como Cien años de soledad con los que creció en extensión y en profundidad, en cantidad y calidad, la obra de estos autores- pero en  los diez ensayos de Los nuestros quedó delimitado el perfil de la nueva novela latinoamericana y su proyección universal .

Medio siglo después de aquel libro mítico y milagroso por el que no ha pasado el tiempo, aquella foto fija que marcaba en 1966 el canon de la nueva novela latinoamericana era un diagnóstico exacto y un pronóstico lúcido, una profecía que el tiempo ha ido confirmando.