03 septiembre 2013

Un diálogo de sensaciones




El Paseo de Cánovas, eje urbano y social de la ciudad, es la columna vertebral de su modernización, una de las vías por las que Cáceres fue creciendo de norte a sur desde el ensanche decimonónico hacia la antigua estación de ferrocarril. 

Pulmón o arteria verde urbana, sus más de sesenta y cinco variedades de plantas constituyen un jardín botánico abierto al viajero y al paseante. Conviven en su recinto la estoica resistencia del fresno, espantador de serpientes, y la sombra potente del sicomoro, la capacidad germinativa del castaño de Indias y la lección de fractales de la araucaria, la vocación escultórica del cedro afgano y la fuerza radical del hojaranzo, que fisura las rocas de granito.

Pero este paseo modernista, el parque por antonomasia de Cáceres durante muchas décadas, es también lugar de fuentes y amparo de pájaros cuando la luz de la tarde pone sobre las nubes el oro de los sueños.

(Santos Domínguez. Nueve variaciones sobre fondo azul. En Patrimonio natural. Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Ed. Alvarellos, Santiago de Compostela, 2010)