01 julio 2014

John Berger. Vista de Delft



En esa ciudad, 
al otro lado del agua 
donde todo ha sido visto 
y cuidan de los ladrillos como de gorriones, 
en esa ciudad como una carta de la familia 
leída una y otra vez en un puerto,
en esa ciudad con su biblioteca de tejas 
y sus calles recordadas por Johannes Vermeer 
que dejó deudas al morir,
en esa ciudad al otro lado del agua 
donde los muertos levantan el censo 
y no quedan habitaciones 
porque la mirada de él las ocupa todas,
donde el cielo aguarda 
la noticia de un nacimiento, 
en esa ciudad que se vierte por los ojos 
de los que se fueron,
allí 
entre dos campanadas matutinas,
cuando se vende el pescado en la plaza 
y en las paredes los mapas 
muestran la profundidad del mar, 
en esa ciudad
me estoy preparando para tu llegada.

Con una espléndida traducción de Pilar Vázquez, ese poema -Vista de Delft- es uno de los que forman parte de la Poesía de John Berger que edita el Círculo de Bellas Artes junto con un CD que recoge la lectura que hizo el poeta londinense en febrero de 2010.

Como en una parte importante de su obra, el punto de partida es aquí el cuadro homónimo en el que Vermeer (un pintor de interiores) inmortalizó la ciudad en la que vivió y de la que no salió nunca. Un cuadro que recorre como una obsesión los siete tomos de En busca del tiempo perdido de Proust. Si ese cuadro fuera música, sería la banda sonora o la sintonía de la serie proustiana.

Sabemos por su epistolario de la impresión imborrable que produjo en Proust (un escritor de interiores) la contemplación de esa pintura, para algunos críticos un anuncio de la técnica impresionista, para él, el cuadro más bello que había visto en su vida; para cualquiera que lo mire, un cuadro prodigioso, al que alguien definió como el aleph de la pintura.

Su irradiación persiste en la obra de John Berger y en ese magnífico poema.