30 marzo 2015

La muerte de Virgilio


¡Fuga, oh fuga! Oh noche, la hora de la poesía. Pues poesía es espera que mira en la media luz, poesía es abismo en presentimiento del crepúsculo, en espera en el umbral, es comunidad y soledad al mismo tiempo, es promiscuidad y angustia de la promiscuidad, libre de lascivia en la promiscuidad, tan libre de lascivia como el sueño de los rebaños que duermen y sin embargo angustia ante esa lascivia; oh, poesía es espera, aún no partida, pero continua despedida. En su rodilla sentía, casi imperceptible, el hombro del jovencito acurrucado, no veía el rostro, sólo le sentía hundido en la propia sombra; y mientras veía el enmarañado cabello negro en el que jugaba la luz de las velas, y recordaba aquella noche terrible, dichosamente desgraciada, cuando empujado por el destino –también en este caso amante y atormentado– había llegado a casa de Plocia Hieria para no hacer más que leer versos ante aquella persona acurrucada, esperando invernal, invernalmente indecisa…

Hermann Broch. La muerte de Virgilio. Alianza Editorial