14 agosto 2015

La mirada de Keats



Como el poeta es el que nombra, no para designar sino para salvar de olvido una cierta realidad sin más eco ni memoria que la suya, la primera ambición del lírico es escrutar su ámbito, hacer la cuenta de su heredad. A Keats se le iban los ojos,

    oh sabiduría de las frases hechas, humilde hondura de los lugares comunes. Se le van los ojos, y Endimión es visual hasta el límite de lo que un ojo puede ver más allá de sí, inventándose una imagen para invadirla. Sus ojos tocan y huelen, en la imaginación el escenario del poema es un ver que adhiere, entra, gira, solicita, ataca y rechaza. /.../

    John mira, y es Endimión. Todavía no ha aprendido a mirar cualitativamente; su tarea es inclusiva, manotón de ojos, zambullida en el espacio. Es la «obra de visión» que para Rilke precede a la «obra de corazón» (Wendung, 1914). Este escrutinio desliza su agilidad por la baranda de las escaleras, entra en los frescos comedores de la siesta, pasea por las fuentes de frutas. Esta blancura que sobre sí misma vuelve infinita, encaje de liviano ser atormentado, esta naranja azul contra la calina, este cobre en fuego de la consola, esta imagen de un marinero navegando por un mar de marco, el escrutinio los recorre y considera.


Julio Cortázar. 
Imagen de John Keats
Alfaguara, 1996.