15 octubre 2015

Ruskin y Proust, dos complementarios





En febrero de 1904 Marcel Proust comenzaba a traducir dos de las tres conferencias que John Ruskin agrupó en Sésamo y lirios: "De los tesoros de los reyes" y "De los jardines de las reinas".

La traducción de esas dos conferencias se publicó en 1906 en un tomo que llevaba como prólogo un texto que Proust tituló Sobre la lectura, que acaba de publicar Cátedra Letras Universales en un volumen exento de cuya edición se ha encargado Mauro Armiño.

Proust llevaba más de una década familiarizado con la obra de Ruskin, que -como señala Mauro Armiño en la introducción- ejerció una influencia tan decisiva sobre él que “sobre ese cemento elaboró no sólo una teoría estética propia, sino que además formó ese "yo" que soporta la estructura de la novela-catedral que es A la busca del tiempo perdido.

“La influencia de Ruskin como sésamo de A la busca del tiempo perdido” es el significativo título de ese prólogo en el que Mauro Armiño resalta la importancia del pensador inglés en la configuración de la mirada proustiana sobre la naturaleza, el arte y la literatura y -algo todavía más decisivo- su determinante influjo en el "hallazgo del ‘yo’ ruskiniano como voz de la narración en La Recherche”, el tono y el fraseo complejo, la importancia de la impresión, el trabajo y la compasión, porque Sobre la lectura  “adelanta pasajes de A la busca del tiempo perdido” y “el recuerdo de las lecturas de la infancia anuncia las primeras páginas de Por la parte de Swann.”

No es pues una casualidad, sino una decisión oportunísima, la publicación simultánea en dos volúmenes consecutivos de Sésamo y lirios, con edición de Javier Alcorizay Sobre la lectura.

Es la primera vez que se recogen en una edición en español los prefacios y las conferencias de Ruskin en un volumen que incorpora además los delicados dibujos de un crítico plural que, además de ejercer esa influencia decisiva en Proust, representa uno de los momentos más altos de la prosa inglesa del siglo XIX, un crítico trágico e innovador a partes iguales, como lo definió Harold Bloom.