11 noviembre 2015

Baroja inédito



Espasa publica la última novela inédita de Baroja, Los caprichos de la suerte, que forma parte de una trilogía novelística -Las saturnales- dedicada a la guerra civil española por un Baroja que estaba ya en la última vuelta del camino, como dijo en el título de sus imprescindibles memorias.
De esa trilogía que Baroja escribió entre 1949 y 1951, sólo publicó una novela, El cantor vagabundo. Por distintas razones no llegó a preparar para la imprenta las otras dos. La que debía iniciar el ciclo -Miserias de la guerra- tuvo problemas con la censura y se publicó por primera vez en 2006, y ahora, casi diez años después, en edición de Ernesto Viamonte, se rescata este inédito que forma parte del ciclo de novelas cuyo título genérico -Las saturnales- hace alusión al desorden que reinaba en aquellas fiestas romanas que negaban por unos días la autoridad y las leyes y que Baroja veía repetido en la España de la guerra civil.
Además de por ese telón de fondo común, los tres títulos del ciclo están vinculados por la aparición de algunos personajes que pasan de unas novelas a otras, como el coronel británico Carlos Evans, escéptico y distante, o por el recurso a la técnica del manuscrito ajeno, porque en el prólogo de la obra Baroja insinúa la posibilidad de que “el que escribió este libro, medio en serio medio en broma, fue Luis Goyena y Elorrio”, el protagonista, periodista y máscara de Baroja, que recrea su experiencia personal y sus ideas sobre la vida - "Sí, pero ¡qué se va a hacer! El hombre es malo, cruel y cobarde"- a través de la mirada de ese personaje que sale de un Madrid en guerra para instalarse en París.
Los caprichos de la suerte –señala José-Carlos Mainer en su nota preliminar- es una novela falta de una última mano, que a veces tiene aire de esbozo vertiginoso, otras es un atropellado memorial de agravios y a menudo se trueca en una tertulia donde ya se ha hablado todo.”
Pero, añade, “en la traza certera de un personaje secundario y efímero, en cualquier réplica apasionada o escéptica, en una ráfaga vivaz de paisaje o en la complacida evocación de un barrio de París, reconocemos siempre al mejor Baroja.”
Quizá esto último sea lo que justifique el rescate y la reconstrucción casi paleográfica de unos mecanoscritos desechados por el autor, que reescribió aquí Los caprichos del destino, una novela corta que había publicado en 1948 en un volumen de relatos titulado Los enigmáticos.   
Pero ya advertía al lector el propio Baroja en el prólogo: “Hay que reconocer que los grandes acontecimientos no producen buena literatura, más bien sirven para generar libros mediocres.”