07 noviembre 2015

Un poema de Principio de incertidumbre




Antes de recoger hoy el Premio Nacional de Poesía Ciega de Manzanares, con mi agradecimiento al jurado y a la generosidad de su portavoz, el presidente del Grupo Azuer, Antonio García de Dionisio, que ha elogiado mi Principio de incertidumbre como “una de las mejores obras que ha tenido el certamen a lo largo de toda su trayectoria”, dejo aquí uno de los poemas del libro, En ti ya solo llueve, uno de esos textos que mi amigo Ramírez Lozano suele definir como poemas orquestales.



Las palabras del hombre que ya ha muerto
se alteran en la entraña de los vivos
(W. H. Auden)

En ti ya solo llueve.

Eras el que robaba el fuego transparente,
el que cantaba en sueños con sílabas oscuras  
y en ti ya solo llueve.

Hay tormenta en el sol, y aquí la tarde ruge 
sobre las tejas rotas y sobre los recuerdos
con esta luz sin dueño, con esta obstinación
de rueda rutinaria.

Como quien lleva a cuestas un saco de cenizas, 
de sombras congeladas al borde de una herida
y las deja esparcidas en un recinto oscuro
de sangre impetuosa que no corre 
del corazón al centro sigiloso del tiempo,
habías dejado escrita, como en un epitafio, 
la luz indescifrable de la desolación.

Con la fragilidad del vértigo y la fiebre
del viento desatado que ruge en los planetas
o en la frente del lento animal de la tarde
y el jadeo de su espanto cuando el sol se despeña, 
era un largo silencio lo que venía rodando 
desde el fondo insondable de la noche,
del mar que llueve ahora sobre tu rostro solo.