02 enero 2016

Gusanos de seda. Un anticipo


Delicadeza y maestría, llama y aventura son los rasgos que Luis Alberto de Cuenca y Antonio Colinas destacan de la poesía de José María Jurado en los textos que aparecen en la contracubierta de su inminente Gusanos de seda, un espléndido conjunto de 33 poemas de un autor que sigue aquí elevando su techo creativo y ampliándonos horizontes estéticos y vitales a quienes tenemos el privilegio de ser sus lectores.

Dedicado todo él a la tierna memoria de su padre, ha querido honrarnos con la dedicatoria de este Trafalgar, escrito bajo el fulgor emocionante de una tarde en la que vimos sobre el escenario de aquel campo de batalla emerger la memoria de los pecios y el humo que subía de los cañones para hacerse nubes imborrables que siguen flotando sobre el tómbolo de Trafalgar y para fijar el recuerdo de aquella tarde compartida sobre los acantilados vertiginosos de Cabo Roche.





                        TRAFALGAR

                                           Con Santos y Rosalía

Aquel día hubo bruma, pero hoy yo puedo verlos
gravitar sobre el agua como cuerpos celestes,
como lentos castillos de maderas y nubes.

Ante el hondo estruendo de dos siglos de pólvora
enmudecen las aguas y los barcos emergen,
espectrales y fríos, de la niebla y el sueño.

En los acantilados truenan las andanadas
y una larga humareda de salitre y azufre
acompaña el viraje de estos monstruos marinos.

De pie frente a la Historia miro pasar los buques,
las escuadras de cuerdas y violines podridos
atacando un scherzo de madrépora y sangre.

(Los muertos sin orilla arriban siempre a la playa
con las cuencas vaciadas por gaviotas insomnes
y un sudario de algas que espanta a los bañistas.)

Se alejan las fragatas por el cabo del tiempo
y otra vez vuelve el mar y otra vez vuelve el mar,
en vano interrogarse por la gloria o la patria. 

Pero que cada hombre cumpla con su deber.