19 febrero 2016

Crepuscolo spagnolo di Casanova



Si hay un poema mío que, junto con el dedicado a Leopardi, merezca estar en la lengua de Petrarca, es este Crepúsculo español de Casanova, de Las sílabas del tiempo, que ha traducido con ese sexto sentido que se espera de los mejores traductores, Marcela Filippi Plaza.

Crepúsculo español de Casanova

Hay tanto adiós delante de tu rostro
                                         (G. Schehadé)

Cae la tarde amarilla, se va precipitando
la sombra tras las copas espesas de los pinos.
Y estos paisajes hondos, este otoño de viñas
me hablan muy lentamente del final de la hoguera,
de estas brasas que huelen a una dulce tristeza.

Me consuela la calma que tiene el campo ahora.
Me miro en el silencio interior del crepúsculo
y en el agua del río,
en el agua que corre somera y transitoria,
oigo hablar a los muertos que fueron mis amigos.

El final de la tarde, con esta luz serena,
con esta mansedumbre de las convalecencias,
me entrega su piedad a la hora del espanto.

A esta edad la Fortuna ya no mira a los hombres:
mi equipaje es un hueco, un baúl de extravío,
lo que saldan las horas, un bagaje de humo
que pesa más ahora que cuando estaba lleno.

Mira otra vez. Quizá
solo es esto la vida:
Un túmulo de arena al sur de la ventisca,
la estatua indiferente en donde posa un pájaro
su frágil tiempo de aire,
la sombra del caballo contra un muro de agua.

Sí. Quizá los minutos, como las caracolas,
son huellas de cristal sobre la nube,
el péndulo marino que duerme en las campanas.

Tal vez la vida sea más un lugar que un tiempo.
Un lugar que confunde la máscara y la piedra,
la vigilia y la lluvia, los días y los nombres
en la hora de la esfinge y las inundaciones.

Tal vez la vida es esto:
la voluntad de nieve que hay en las pesadillas,
el espíritu áspero de una emulsión de lodo,
un incendio que sube por el acantilado,
cenizas y pavesas sobre las olas verdes,
la confusa blancura de las constelaciones.

Quizá sólo sea eso lo que la vida quiere:
fluir y atravesarte
como un inconsistente apócrifo del viento.

Mis ojos sólo miran el lugar de su ausencia.






Crepuscolo spagnolo di Casanova
C’è così tanto addio davanti al tuo volto
                                              (G. Schehadé)

Cade la sera gialla, precipita
l’ombra dietro le fitte chiome dei pini.
E questi paesaggi profondi, questo autunno di vigne
mi parlano molto lentamente dello estinguersi del fuoco,
di queste braci che hanno l’odore di una dolce tristezza.

Mi consola la calma che ora ha la campagna.
Mi guardo nel silenzio interiore del crepuscolo
e nell’acqua del fiume,
nell’acqua che scorre in superficie e transitoria,
sento parlare i morti che furono i miei amici.

La fine della sera, con questa luce serena,
con questa mitezza delle convalescenze,
mi porge la sua pietà, al momento dello spavento.

A questa età la Fortuna ormai non guarda più gli uomini:
il mio bagaglio è una cavità, un baule di smarrimento,
ciò che retribuiscono le ore, un carico di fumo
che pesa più ora di quando era pieno.

Guarda di nuovo. Forse
è solo questo la vita:
un tumulo di sabbia a sud della bufera,
la statua indifferente dove posa un uccello
il suo fragile tempo di aria,
l’ombra del cavallo contro un muro d’acqua.

Sì. Forse i minuti, come le conchiglie,
sono tracce di cristallo sulla nuvola,
il pendolo marino che dorme nelle campane.

Forse la vita è più un luogo che un tempo.
Un luogo che confonde la maschera e la pietra,
la vigilia e la pioggia, i giorni e i nomi
nell’ora della sfinge e delle inondazioni.

Forse la vita è questo:
la volontà di neve che c’è  negl’incubi,
lo spirito aspro di un’emulsione di fango,
un incendio che sale dalla scogliera,
ceneri e scintille sulle onde verdi,
il confuso biancore delle costellazioni.

Chissà sia solo ciò che vuole la vita:
fluire e attraversarti
come un inconsistente apocrifo del vento.
I miei occhi guardano solo il luogo della sua assenza.

(Traducción de Marcela Filippi)