Un mal poema ensucia el mundo
Cantamos al propio misterio. Queda por decidir desde dónde
cantar, y esa es la búsqueda que cada poeta realiza a su manera. En esto
consiste el estilo, la voz propia, esa voz que hay que encontrar si se quiere
ser escuchado. El lugar desde el cual yo lo intento es un lugar en el tiempo.
Es el instante durante el cual se conecta el mundo con el sentimiento. El
instante del fogonazo, cuando se ilumina lo que es opaco y oscuro. Intento
ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía, a la cual no pienso
que le quede más característica para identificarse respecto de la prosa que la
concisión y la exactitud. Es la más exacta de las letras en el mismo sentido
que las matemáticas son la más exacta de las ciencias. Y si se trata de un mal
poema, ensuciará el mundo, como una bolsa de basura dejada en medio de la
calle. Porque un mal poema no es neutral, sino que contribuye a ensuciar, a
desordenar el mundo, igual que un buen poema contribuye de algún modo al orden
y la higiene del mundo, escribe Joan Margarit en uno de los textos que forman
parte de Un mal poema ensucia el mundo, una reunión de sus ensayos sobre poesía
que publica la nueva editorial Arpa.
Con selección y prólogo de Jordi Gracia, se recopilan en
este volumen una serie de ensayos dispersos en los que Margarit reflexiona
sobre la poesía desde dos orillas, la del autor y la del lector, que tiene más que ver -haciendo un paralelismo con
la música- con el intérprete que con los que se han de limitar a escuchar un
concierto. Por esto hay tan pocos lectores de poesía, y por esto son tan
fieles. Los que han hecho el esfuerzo de aprender a interpretar un poema, de
aprender a escuchar el orden fundamental de las palabras, han accedido a un
mundo al cual difícilmente renunciarán.
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