16 junio 2016

Carlos Barral. Alguien




Hace gestos ausentes, fastidiosos,
mezcla secos tabacos, hurga pipas,
separa los estambres de una flor amarilla.
Va y viene del vitral, pasa los dedos
por su humedad de sueño transparente,
no por tocar lo extraño de por fuera
sino la incertidumbre para dentro.

Se encoge en el rincón, cubre la espalda
del aleteo horrible de las sombras.
Todo acude a la vez, nada preciso:
el calor que lo humilla, el miedo helado.
Piensa el negro interior, el bulto ciego,
blando de cada víscera encerrada,
el reverso total de  lo visible.
Y consiente en las sombras, aire blanco
por entre esbelta y blanca crucería.
Solitarios caminos con estatua
ciega y escrita en un rincón cernido.

Palpa la blanda sombra.
Toca luego su máscara, los ojos.
Piensa el sucio esqueleto y se sonríe.


Ese impresionante poema de un Carlos Barral acosado por el miedo, la decadencia y las premoniciones de la decrepitud, forma parte de Usuras y figuraciones, el volumen que reúne la poesía completa de quien se reivindicó como el poeta más importante de su grupo.
Acaba de aparecer en Lumen, en una espléndida edición cuidada por Andreu Jaume con epílogo – “Yo te  saludo, de vuelta”- de Malcolm Otero Barral.
Será uno de los libros recomendados en el Equipaje de vacaciones que la revista Encuentros de lecturas publicará a finales de este mes.