Ay de los criticuchos
¡Ay de los criticuchos cortos de entendederas! ¿Cómo iba a tener Johnson
envidia del talento de ninguno de sus coetáneos? Tal vez nos llame la atención y
sea de lamentar que su opinión sobre esta cuestión fuera la que en privado y en
público manifestaba por igual, sin atenerse a lo que pensaran los demás, pero es
pecar de superficialidad y es ante todo injusto acusarlo de haber manifestado
algo que no pensaba.
James.Boswell.
Vida de Samuel Johnson.
Traducción de Miguel
Martínez-Lage.
Acantilado. Barcelona, 2007
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