En busca de un emperador
Ocurrió durante el
período posterior a la batalla de Accio, en el 31 a.C., cuando Augusto (que
entonces se llamaba Octaviano, o simplemente César), derrotó a la armada de
Marco Antonio y Cleopatra, con lo que logró el dominio efectivo de todo el
territorio romano. A su regreso a la capital recibió a un individuo con un
cuervo amaestrado al que había enseñado a graznar «Bienvenido, César, nuestro
victorioso comandante». Augusto se sintió tan impresionado que le entregó una
gran suma de dinero. Pero resultó que el amaestrador del pájaro tenía un socio
que, cuando no recibió ninguno de los 20.000 sestercios que le habían entregado
a su compañero, acudió al emperador para explicarle que el ganador tenía otro
cuervo, y que debería mostrárselo también. Como era de prever, los dos habían
procurado cubrir todas las apuestas: el otro cuervo graznó «Bienvenido,
Antonio, nuestro victorioso comandante». El emperador vio el lado divertido del
asunto y no se molestó, pero declaró que el dinero del premio debía ser compartido
entre ambos.
Mary Beard.
La herencia
viva de los clásicos.
Traducción de Julia Alquézar.
Crítica. Barcelona, 2013.
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