García Márquez. La soledad de América Latina
Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a
la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que
numeró en su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja
a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el
delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de
la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra
América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande,
y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La
poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los
garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los
espejos.
En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de
invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra
el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su
permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo
de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de
que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a
brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón,
ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la
poesía.
Gabriel García Márquez.
La soledad de América Latina.
<< Home