26 agosto 2016

Pound por Capote


Un lluvioso día de abril de 1958, Pound, ya un viejo de setenta y dos años, con su otrora centelleante barba de color ceniza y su rostro de santo y sátiro marcado por arrugas que narraban una historia de pesadumbres, se puso de pie en Washington frente a un juez, un tal Bolitha J. Laws, y oyó que se le declaraba «loco incurable». Incurable, pero lo suficientemente «inofensivo» para quedar en libertad. Y entonces Pound anunció: «Cualquier hombre que soporte vivir en Estados Unidos está loco», y se preparó para irse a Italia.
Unos días antes de partir le hicieron fotografías. Mantenía cerrados los ojos arrogantes y burlones mientras cantaba trozos de canciones sin sentido y se paseaba como si todavía estuviera encerrado en su jaula pisana; o, más bien, en una jaula que había llegado a ser la propia vida.

Truman Capote.
Retratos.
Traducción de Mauricio Bach,
Francesc Roca y Benito Gómez Ibáñez
Anagrama. Barcelona, 2006