19 septiembre 2016

Las grandes ciudades y la vida intelectual



La actitud mental de los habitantes de la gran ciudad ante sus semejantes puede calificarse formalmente de reservada. Si el contacto externo incesante con innumerables personas tuviese que encontrar respuesta en una cantidad igual de reacciones internas, como ocurre en la pequeña ciudad, en la cual casi todos se conocen y mantienen una relación positiva, uno terminaría por atomizarse interiormente del todo y caería en un estado psicológico inimaginable. Es en parte esta circunstancia psicológica, y en parte la desconfianza que tenemos derecho a sentir ante los elementos tan variados y pasajeros de la gran ciudad, lo que nos obliga a mantener esa reserva, como consecuencia de la cual a menudo ni siquiera conocemos de vista a vecinos con los que hemos convivido años, conducta que a los habitantes de la pequeña ciudad les parece con frecuencia fría y huraño. 

Es un fragmento de Las grandes ciudades y la vida intelectual, de Georg Simmel, que publica Hermida Editores con traducción de J. Rafael Hernández Arias y un amplio estudio introductorio de Micaela Cuesta.