08 noviembre 2016

Crónicas de la América profunda




Leo estos días finales e inquietantes de campaña en los Estados Unidos las aún más inquietantes páginas de las Crónicas de la América profunda, un espléndido retrato que hizo Joe Bageant desde el interior de “esa Norteamérica provinciana de gente que va a la iglesia, que practica la caza y la pesca, y que bebe Bud Light. Esa gente que ni siquiera es capaz —y tampoco les preocupa demasiado— de situar Iraq o Francia en el mapa, suponiendo que tengan uno. Son pocos los liberales cultos a los que encontraremos tomando una cerveza de lata en el bar de una calle sin asfaltar, o escuchando al pastor que explica la infalibilidad de la Biblia en relación con todos los asuntos conocidos, desde la biología hasta el reglamento del béisbol, o asistiendo a la ceremonia de entrega de premios en una escuela cristiana, o cogiendo una cogorza mientras Teddy y los Starlight Ramblers tocan música country en el Eagles Club. 
Pues bien… ¡Jajay! ¡Bienvenidos a mi mundo! 
Aquí, en mi ciudad natal, Winchester, en Virginia Occidental, resulta imposible darle esquinazo a esa América profunda que llevó a George W. Bush a la victoria en 2004 (y que elegiría a un tipo igual de indeseable aunque se volvieran contra Bush como perros salvajes en los últimos días de su intento por convertirse en emperador, o si lo sacaran a rastras del Despacho Oval bajo custodia). Winchester es una de esas localidades sureñas donde la cuestión de si Stonewall Jackson tenía hongos en la ingle durante la batalla de Chancellorsville todavía se discute con el mismo encono que la teoría de la evolución, el control de las armas de fuego, el aborto o si Dale Earnhardt Jr. es la mitad de bueno al volante de lo que en vida fue su padre. Se trata de una región cristiana homogéneamente fundamentalista y neoconservadora, impregnada de la sombría idea ultraprotestante según la cual el hombre nace malvado y despreciable, y a partir de ahí no hace sino ir de mal en peor. Aunque solo fuera por eso, Winchester constituye un lugar estupendo para observar este país, un lugar donde la América más vieja y la más reciente, y todas las fases de mutantes que hay entre ambas, conviven en un mosaico de colores abigarrados.”

Joe Bageant. 
Crónicas de la América profunda. 
Traducción de Pablo Manzano. 
Los Libros del Lince. Barcelona, 2008.