15 noviembre 2016

Despedir a Chéjov






Así titula Paul Viejo la primera parte de su Introducción al cuarto volumen de los Cuentos completos de Chéjov en Páginas de Espuma.

Con estos cuentos, fechados entre 1894 y 1903, culmina una labor monumental y un proyecto titánico que desde 2013, a lo largo de cuatro años y de cuatro mil quinientas páginas, ha ido entregando en español las traducciones que Paul Viejo ha seleccionado de la totalidad de la obra narrativa breve de Chéjov. Unas traducciones tan cuidadas como la esmerada edición de estos cuatro tomos. 

“Despedimos a Chéjov. Despedimos a Chéjov justo cuando llegamos al final de la página y leemos, entre amenazados y tristes, una última frase, «No pensaba volver», y esa sentencia se va a quedar flotando en nuestra cabeza porque sabemos que es verdad, que no habría más Chéjov a partir de ese punto y final en el cuento «La novia», de ese saludo, de esa sonrisa sardónica que nos dice que hasta aquí. No lo hacemos solo porque el 15 de julio de 1904 se haya producido la gran desaparición, el cerrar de ojos, el «Ich sterbe» mal pronunciado. Despedimos a Chéjov algo antes, cuando termina su último relato, y ya va diciendo por ahí que está cansado.”

Pero esas líneas de Paul Viejo, tan melancólicas, tan traspasadas del espíritu de Chéjov, no son sino una invitación a entrar en esta celebración de la literatura con mayúsculas, a leer o releer La dama del perrito, El monje negro, Iónich, Mi vida, Las grosellas o En el barranco en este último volumen, que incorpora en un apéndice de más de doscientas páginas sus cuentos dispersos, inacabados, colectivos y atribuidos, junto a las ilustraciones que en ocasiones los acompañaban. 

Lo escribí hace un año, a propósito del tercer volumen, y lo reitero ahora, porque sigo pensando lo mismo: “Alguna vez se ha dicho que sus relatos son una enciclopedia de la vida rusa. No es verdad. Son una enciclopedia de la vida. Y eso es lo que lo convierte en un clásico universal.” Y añado que con este cuarto tomo se corona la edición de una cima. No de la literatura rusa, de la literatura con mayúsculas y sin adjetivos. 

Despedir a Chéjov. Las palabras son otra vez de Paul Viejo: “Él está cansado porque tiene cuarenta y cuatro años y miles de páginas a sus espaldas y bajo los ojos –«No pensaba volver»– y sabe lo que le depara el futuro. Pero no podemos cansarnos nosotros de leerlo. De recorrer ahora todos sus cuentos, incluso los que no están terminados, y saber con seguridad que aunque se fuera no se había marchado. Que Chéjov se ha quedado aquí, aunque se haya despedido. Aunque hayamos tenido que hacerlo. Despedir a Chéjov.”