24 noviembre 2016

Socotra



Es la portada y una de las cincuenta y cinco fotografías de Socotra, de Jordi Esteva, que acaba de publicar Atalanta con las imágenes y los textos de los tres viajes que el autor hizo a esa isla perdida en el Índico tras su anterior Socotra, la isla de los genios, que apareció en la misma editorial hace cinco años. 

A propósito de aquel libro, escribí en la revista Encuentros de lecturas una reseña de la que recupero algunos párrafos, con mi propio permiso:

"Socotra, la isla de la felicidad en sánscrito, aparece en los mapas anclada en el Índico, al sudeste de la Península Arábiga, a la salida del Golfo de Adén.
Es la isla del sueño, un lugar mágico poblado por una fauna de otra época, de un tiempo mitológico en el que los griegos tenían esta isla como patria del Ave Fénix. Un lugar en el que crece una vegetación no menos mitológica de la que forman parte la mirra, en cuyas brasas ardía aquel pájaro inmortal, o el incienso de los ritos y las momias faraónicas, o el árbol de la sangre del dragón cuya savia roja usaban los gladiadores para embadurnarse los músculos. O el áloe que buscaba Alejandro porque cicatrizaba las heridas del combate.
Los egipcios y los árabes del sur, que viajaban allí para extraer el incienso y la mirra, más valiosos que el oro, propagaron leyendas terroríficas y disuasorias y sembraron confusiones desorientadoras de su ubicación exacta para evitar la competencia. (...)
Un lugar como ese, con bosques de incienso sobre los que vuela el ave Roc de Las mil y una noches, solo puede describirse dosificando adecuadamente, como hace Jordi Esteva, la fantasía y la realidad, la historia y la ficción.
Esa mezcla difusa está también en las abundantes y magníficas fotos -Esteva es fotógrafo además de escritor- que reflejan con una luz casi irreal, con la luz tenue del sueño, su mirada a una isla sagrada para los griegos, porque en ella había erigido Zeus su propio templo y en sus cumbres había tenido su trono Urano, el dios primordial, abuelo de Zeus y padre de Cronos.
Entre el sueño y la realidad, entre África y Asia, entre la historia y la leyenda, entre la geografía y la literatura, entre la biología y la magia, Jordi Esteva relata en Socotra, la isla de los genios un viaje a la infancia del mundo y al paisaje de las llanuras de Caín, un viaje que transforma la mirada y la sensibilidad del viajero, que vuelve siendo otro."

Si en ese libro tenía más peso el texto que las imágenes, en este hay un mayor despliegue gráfico que lo convierte en un libro visual que completa un DVD con la película Socotra, que rodó el viajero, fotógrafo y escritor Jordi Esteva en blanco y negro, con la misma estética que se desprende de las fotografías, que enriquecen textos como este, relativo a esos pescadores de la imagen:

Los pescadores de Omán y Yemen acudían a las costas de Socotra por su abundante pescado y en ocasiones era tal la cantidad que extraían del mar que no daban abasto con los sacos.
Un día, la mujer de un pescador que sentía gran deseo de estar junto a su marido, que estaba faenando en la isla, fue a ver a un cheij que trataba con los yins y le preguntó: «¿Cómo puedo reunirme con mi marido y viajar a Socotra, aunque sea sólo por una noche?».
El cheij le enseñó unas palabras mágicas para convocar al ave gigantesca que la transportaría sobre su lomo a Socotra para devolverla sana y salva al amanecer. Sin embargo, le advirtió que se llevara consigo algo que sólo creciera en la isla, porque, en caso de quedar embarazada, sería una prueba que podría mostrar a los familiares del marido para que no creyeran que era una mujer adúltera. Así lo hizo y aquella mujer dio a luz a un niño precioso, y cuando volvió el pescador le juró no volverse a adentrar en el mar.