19 mayo 2017

Manuel López Azorín reseña Principio de incertidumbre



Con su permiso y mi agradecimiento por su generosa y lúcida lectura, dejo aquí la reseña que publicaba ayer  el poeta y crítico Manuel López Azorín de mi Principio de incertidumbre:

Recibo el último libro de Santos Domínguez Ramos: Principio de incertidumbre. (XIV Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares” 2015. Huerga y Fierro Editores, 2016), libro que me envía Silvia Cebrián Sánchez, Concejala de Cultura  del Ayuntamiento de Manzanares.
Santos Domínguez (Cáceres, 1955) no para de recibir premios. La publicación de Principio de incertidumbre en 2016 hizo que coincidiera también con la concesión del XXXVI Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez por El viento sobre el agua (libro que no he leido pero seguro que vendrá cargado de simbologia, de imágenes, de ritmo, de memoria y de tiempo), de este poeta que es, entre otras muchas cosas, miembro de la Asociación de Críticos Literarios de España.
En Principio de incertidumbre nos muestra Santos Domínguez Ramos (“desde el territorio inseguro que se evoca en el título como el ámbito propio de la creación poética”), la  duda, lo relativo de las cosas, de las acciones, la inseguridad de las certezas cuando aquellos que se sienten seguros en esta vida, en este ser y este tiempo, cuando firmes separan lo cierto de lo falso…solo están creando más incertidumbre, más inseguridad porque con ello montan ese cadalso donde todo fanático aniquila todos los posibles caminos y crea pánico y más inseguridad, más incertidumbre, más duda:

“Señor de las tormentas, líbranos de los muertos
pasados y futuros, y del buitre que ensaya
círculos melancólicos y espejismos de espanto
para explorar su espacio espectral en el mundo.”

La duda, como espada de Damocles siempre, acuchillando la posible certeza, hiriendo la sensación de seguridad, de confianza, atenazando la posible certidumbre para crear inseguridad, duda, la enigmática duda, la que nos hace sentir un cierto desasosiego ya que sabemos que los valores absolutos no existen y por tanto todo es relativo, nos crea esa inquietud que siempre se presenta frente a la página en blanco, cuando se pretende manifestar a través de la poesía conocimiento, propio y ajeno, personal y universal, cuando se va a la “búsqueda del sentido, como exploración de la memoria”, esa memoria nuestra tan selectiva siempre, tan de colocarle velos al recuerdo, tan de transfigurarlo a la medida con ligeros o grandes matices diferenciales. Ay de quien no dude!
El ser y el tiempo nos llega preservado en esa memoria que, siempre lo digo, es la materia de los sueños que acomoda nuestro ser a un tiempo más onírico que de certidumbre, dando paso a otro ser y otro tiempo y para todo esto se indaga en el ser, se indaga en el tiempo, en el paisaje, en el arte, a través de la palabra, del verbo y sus conjugaciones, porque la poesía es siempre palabra viva, lenguaje y se hace “ con una práctica poética en la que se conjugan la imagen y el ritmo, la palabra y la música ”. 
Sabemos que: La verdad (es) relativa. (que) no hay valor absoluto en la certeza, (y)  tampoco en la mentira, (que)  todo empieza / y acaba con la duda.
Santos Domínguez Ramos lo sabe y como es poeta (“una de las voces más personales y reconocibles de la poesía española actual”), se sirve del lenguaje, un lenguaje pleno de cadencia, de musicalidad, con simbólicas, oníricas, a veces surrealistas, imágenes repletas de sentido secreto, de lirismo y de grito para decirnos que: “Así en la tierra dura como en la mar sombría, / líbranos de este mundo, señor de las ventiscas. / De este mundo que ahora y en la hora de la bruma / es menos comprensible, más opaco, más mudo.”
Un poeta puro, con poesía de pensamiento y referencias culturales, un poeta de compromiso que ofrece su testimonio, el del tiempo que le toca vivir, cargado de realidad con imaginación y belleza.

"En la noche polar la luz verde del norte
baila en el cielo y se oye
cómo susurra el tiempo espacial en la aurora.

Porque la aurora silba en la luz que se escucha
y arde la piel del cielo
con llamaradas frías de tiempo y vaticinios
que vienen de años luz, de los vientos solares
y de un terror antiguo en las noches antárticas
de miedos boreales y de indicios secretos."

Unas Luces que bailan por el cielo del Norte mientras otro cielo, el del Sur (o del oeste), clama: “Tú que incendias los campos con tu último destello, / déjanos este tiempo /en la luz vacilante de los amaneceres / que suben de la niebla y cantan desde el sueño, / en las torres sin viento y en las banderas lentas de la noche.”
La labor poética de Santos Domínguez Ramos  fue definida como de “Exactitud y misterio” por Félix Grande Precisa y hermosa definición; pero no menos hermosas fueron las palabras que le dedicó la poeta Francisca Aguirre (mi queridísima Paca Aguirre), cuando escribió: “Este poeta español contemporáneo nuestro, Santos Domínguez, es un hombre que entrega una pasión extrema a la escritura poética, que se da por entero, se desnuda y piensa, como todos los poetas verdaderos, a través de la polisemia del lenguaje mismo, modulándolo en música.”
Luego el lector interpreta, intuye, hace suyo lo escrito, participa y escucha la música, el canto, el llanto, el dolor del hombre, del poeta, en  la modulación de sus versos.  
Y a través de esa modulación musical uno se adentra en el poema no ya con el propósito de entender solo, sino el de interpretar, el de intuir todo lo que nos sugiere (la poesía dice más de lo que dice el poeta, me decía Pepe Hierro a menudo y es que “la palabra ( y esto lo decía mi siempre recordado Claudio Rodríguez: "va excavando un cauce que puede, a veces, llegar hasta el oráculo del sueño.”
Creo que Santos Domínguez Ramos  es un gran poeta, un buscador de palabras que, al tiempo que nos ofrecen su cadencia musical, alumbran, ofrecen la certeza de una realidad envuelta en el misterio de las palabras y sus significaciones. Y es que como ya escribió este poeta: “La  lengua es la que mira”, es la palabra,  la que nos sugiere, la que nos muestra: 

“Eras el que robaba el fuego transparente,
el que cantaba en sueños con sílabas oscuras
(…)
Como quien lleva a cuestas un saco de cenizas,
de sombras congeladas al borde de una herida
y las deja esparcidas en un recinto oscuro
de sangre impetuosa que no corre
del corazón al centro sigiloso del tiempo,"
 De Principio de incertidumbre
                                   
                                                        Manuel López Azorín