Milena
La sola presencia de
Milena constituía una protesta continua contra el régimen del campo. Nunca
respetaba las marchas en filas de a cinco, no se levantaba, como estaba mandado,
cuando llamaban para el recuento, no se daba prisa cuando lo ordenaban, no
se doblegaba ante los superiores. Ni una sola de las palabras que salían de su
boca respondía a «las normas del campo». Mientras las SS, sorprendentemente,
se echaban atrás frente a la superioridad de Milena, las prisioneras
políticas, y en especial las comunistas, pertenecientes a la élite de ese
grupo y aferradas a la disciplina, se irritaban cada vez más ante su comportamiento. Me acuerdo de una llamada para el recuento una tarde de primavera.
Tras el muro del campo, los árboles empezaban a reverdecer. El aire que
venía de allí era suave y puro. No se oía ni un solo ruido. Milena se había
olvidado, seguro, del campo de concentración y del recuento de prisioneros, tal
vez se había ido, en sueños, a cualquier parque de las afueras de Praga, donde
el azafrán florece en los prados. De repente, Milena empezó a silbar una
cancioncilla para sí... ¡y provocó un estallido de ira entre las comunistas
que nos rodeaban! El duro comentario de Milena fue: «¡Ésas lo tienen muy
fácil! Han nacido para ser prisioneras, llevan la disciplina en la médula de
los huesos».
Margarete Buber-Neumann.
Milena.
Traducción de M.A. Grau.
Tusquets. Barcelona, 2017
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