18 agosto 2017

18 de agosto de 1936



Nadie ha dejado constancia fidedigna de los últimos momentos de Lorca. Sí existe el testimonio de Juan Luis Trescastro, el fanfarrón y machista compinche de Ramón Ruiz Alonso que había acompañado a éste a casa de los Rosales la tarde del 16 de agosto. Trescastro alardeó ruidosamente de haber participado no sólo en la detención sino en la muerte de Lorca. «Acabamos de matar a Federico García Lorca —se jactaba la mañana del asesinato—. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón». En una ocasión posterior declaró: «Yo he sido uno de los que hemos sacado a García Lorca de la casa de los Rosales. Es que estábamos hartos ya de maricones en Granada» /.../
Aquel mismo día llegó a la casa de la calle de San Antón un miembro de la «Escuadra Negra» con una carta de Lorca. Decía, sencillamente: «Te ruego, papá, que a este señor le entregues 1.000 pesetas como donativo para las fuerzas armadas». Se trataba de una vil jugada que se le había hecho al poeta en el Gobierno Civil, dándole a entender que, si pagaba su padre esta muy considerable cantidad, salvaría la vida. Federico García Rodríguez, pensando que su hijo vivía todavía, desembolsó la suma requerida. La operación fue observada por el chófer de la familia, Francisco Murillo Gámez, a quien los asesinos le dirían a continuación que acababan de fusilar al poeta en Víznar, mostrándole un paquete de cigarrillos Lucky sustraído al cadáver.
Durante muchos años Federico García Rodríguez llevó sobre su persona aquella patética nota, con toda probabilidad el último autógrafo del poeta.

 Ian Gibson,.
Federico García Lorca.
Crítica. Barcelona. 2011