09 septiembre 2017

John Berger. Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos



Cuando abro la cartera
 para enseñar el carné
 para pagar algo
 o para consultar el horario de trenes
 te miro.

 El polen de la flor
 es más viejo que las montañas
 Aravis es joven
 para ser una montaña.

 Los óvulos de la flor
 seguirán desgranándose
 cuando Aravis, ya vieja,
 no sea más que una colina.

 La flor en el corazón
 de la cartera, la fuerza
 de lo que vive en nosotros
 sobrevive a la montaña.

Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.

Del último verso de ese poema de John Berger que abre el volumen toma su título el bellísimo libro que publica Nórdica Libros con traducción de Pilar Vázquez, ilustraciones de Leticia Ruifernández y un prólogo de Manuel Rivas – John Berger: La mirada fértil, la mano sincera- en el que  se lee:

"Quien se dedica a deslumbrar, pierde la facultad de descubrir. La luz de Berger descubre lo que permanecía invisible u oculto, pero su aproximación no es la de una luz depredadora o dominante. No hay una jerarquía en el descubrimiento. En realidad, existe descubrimiento donde hay enigma. Si deslumbras al descubrir, haces desaparecer el enigma. La aproximación de Berger busca no ahuyentar el enigma, sino protegerlo.
(...)
Toda la obra de John Berger es un laborioso avance por la incerteza, merodeando, sin pisar. Y eso es lo que permite ver lo imprevisible, pero también crear lo jamais vu, otras especies, otras realidades. El realismo de Berger consistía en ir «más allá» de la realidad."