25 octubre 2017

Santos Juliá. Transición



La Transición, pensaba Juan J. Linz en 1996, es ya historia, no algo que sea objeto de debate o lucha política; es objeto científico, añadía, con el riesgo de que los que no la vivieron la ignoren, la consideren algo obvio, no problemático. Escrita esta reflexión poco antes de la llegada, por vez primera, del Partido Popular al Gobierno, estaba lejos el profesor Linz de pensar que lo que en aquel momento se daba ya como historia, como pasado, recuperase diez años después un lugar central en el debate político, crecientemente crispado a medida que avanzaba el nuevo siglo, hasta tal punto que diez años después de que Linz, y muchos con él, consideráramos la Transición como historia, hablar en España del proceso de transición de la dictadura a la democracia era hablar de política tanto como o más que de historia. Y hoy, cuando ya ha transcurrido otra década y nuevos movimientos sociales y nuevas fuerzas políticas han irrumpido en la calle y en las instituciones, los términos se han invertido por completo: hablar en estos últimos años de la Transición es hablar de política mucho más que de historia; o mejor: cuando se aparenta hablar de historia, lo que se hace cada vez con mayor frecuencia es un uso del pasado al servicio de intereses o proyectos políticos o culturales del presente.
Con ese párrafo abre Santos Juliá la Introducción a su ensayo Transición. Historia de una política española (1937-2017), que publica Galaxia Gutenberg. 
Se presenta hoy a las once en una rueda de prensa en la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón.