26 diciembre 2017

Miguel Ángel Martín. Crónica negra


Eso mismo, "¡Soy católico ferviente y no he podido hacer lo que me imputan!" es lo que declaró en modo exculpatorio un tal Amós, que había asesinado a su mujer, a la que dejó muerta en la cuadra para simular que la había matado la coz de una vaca. 
Y esa es una de las ilustraciones que forman parte de la crónica negra provincial que Miguel Ángel Martín ilustró para el Diario de León a mediados de los ochenta.
Había empezado ilustrando la sección de sucesos en el verano de 1986 y luego compuso una serie más amplia con crímenes históricos cometidos en la provincia de León entre 1941 y 1957.


Todo ese material gráfico lo rescata Reino de Cordelia en una magnífica edición presentada por un prólogo -Tintín en Puerto Hurraco- en el que David Benedicte escribe:
Conoce Miguel Ángel Martín el tiempo de los asesinos y se aplica en poner en hora su reloj, afilando sus lápices, para contar lo que ve o imagina en formato de tira diaria. Los resultados son esclarecedores, inquietantes, casi siempre teñidos de esa insana ironía que, con el paso del tiempo, llegaría a ser marca de la casa. Una joya del realismo enfermizo. Algo así como poner a un Tintín pasado de farlopa y pacharán a pasear por la Calle Mayor de Puerto Hurraco, con la escopeta de perdigones al hombro y en la feliz compañía de un Milú rabioso. Porque cada día de la semana es un día de furia en la sección de Sucesos. Por eso convierte Miguel Ángel Martín algo tan fugaz e impactante como es la última hora más negra en un coto privado y reservado para mostrarnos el horror.
Un recorrido ilustrado en blanco y negro por la intrahistoria siniestra de la criminalidad provincial, propensa al arma blanca y al arrebato pasional de los celos, al hachazo para matar al marido o al feriante asesinado por arma de fuego. 
Un repertorio violento de reyertas y ahogamientos en pozos y pantanos, ambientado en pensiones sórdidas y en bares de mineros. Ese es el paisaje del crimen ilustrado por Miguel Ángel Martín, que -como escribe Jesús Egido en la Nota preliminar, Martín y el gallego errante- en el verano de 1986 tenía 26 años, dibujaba cómics y quería ser dibujante de cómics. Su estilo limpio, la línea clara de su dibujo, contrastaba con la dureza de sus guiones, de humor ácido y directo. Con esa claridad de trazo empezó a ilustrar las noticias de sucesos en un periódico de provincias que intentaba abrirse camino, La Crónica de León.