23 marzo 2018

El don de la fiebre


Señor, concédeme el don de la música. Muéstrame cómo leer cada uno de los sonidos del mundo.
La escena merecería ser tallada en vidrio, una miniatura esférica en las vitrinas de cualquier museo de los grandes compositores: el muchacho sentado en un banco de forja en el Jardín de la Villa de Grenoble bajo los últimos rayos solares de una tarde de 1915, el quiosco de música a sus espaldas, gafas redondas y una partitura sobre sus rodillas desnudas que se empeña en descifrar como un ciego, es decir: deslizando sus dedos sobre la tinta.
No es un chico muy agraciado, la cabeza demasiado grande para un cuerpo espigado y patoso, el cabello rubio, liso y tan fino que produce una impresión desaseada. Pero el lugar y la hora son propicios al milagro. El sol del atardecer convierte las ventanas del hotel Lesdisguières en espejos y el trino de los pájaros se descuelga de las copas como un hilo transparente, mientras repasa una y otra vez la partitura igual que un arqueólogo frente a una plancha jeroglífica con la esperanza de que esos signos se vuelvan familiares por la gracia de Dios y la melodía se levante del pentagrama, se incorpore ante sus ojos. Se trata del Orfeo y Eurídice de Gluck, y acaba de comprar la partitura en Deshairs, la principal tienda de música de Grenoble. Le ha pedido a su madre que no le regale otra cosa que partituras, ni siquiera por Navidad. Nada de libros ni juguetes. Partituras: el Don Giovanni y La flauta mágica de Mozart, La valkiria de Wagner, el Alcestes de Gluck. Una elección insólita por parte de un niño que aún no ha cumplido ocho años porque no hay un solo músico en la familia, en un hogar de escritores, en la atmósfera silenciosa de la palabra escrita. Su padre es profesor de literatura inglesa y su madre poetisa. Su insólita vocación carece de antecedentes familiares ni tan siquiera remotos y se diría inspirada por algún designio sobrenatural.
Señor: la música. La naturaleza.

Así comienza El don de la fiebre, la novela en la que Mario Cuenca Sandoval aborda la vida y la obra del músico Olivier Messiaen. La publica Seix Barral  y es una estupenda manera de acercarse a uno de los universos artísticos más interesantes del siglo XX de la mano de una narración intensa y sutil.