30 abril 2018

Poesía y aforismos



La Isla de Siltolá  publica dos volúmenes de aforismos de dos referentes poéticos de la poesía española del siglo XX, Juan Ramón Jiménez y Luis Rosales.
El primero de ellos, Aforismos e ideas líricas, recoge la selección que ha hecho  José Luis Morante de los aforismos que Juan Ramón Jiménez tenía previsto recoger en Ideolojía (1897-1957), un volumen que publicó en 1990 Antonio Sánchez Romeralo. 
Sobre ese corpus aforístico juanramoniano –unos cuatro mil aforismos-, José Luis Morante ha seleccionado una quinta parte, algo más de ochocientos, organizados en las seis secciones cronológicas que Juan Ramón Jiménez proyectó para componer Ideolojía en seis libros.
“Me gusta mucho el aforismo y lo he cultivado siempre, desde mis 19 años”, escribió Juan Ramón en un apunte que completó con este aforismo:
Soy amigo de la síntesis. Por eso prefiero la rosa a la rosaleda, el ruiseñor a la ruiseñora, el aforismo a la monserga ensayística, la lírica a la épica.
En su proyecto de Ideolojía, Jiménez integró pensamientos, sentimientos e  ideas líricas -bajo ese título también pensó publicar sus aforismos-, sentencias breves que llegan a su máxima condensación en los años 20, en la época intelectual y despojada de Juan Ramón, para irse alargando desde los años 30, como ocurre con su verso. 
Y es que, como explica José Luis Morante, “entre la voz lírica y la paremia de Juan Ramón Jiménez existe una interacción activa. Los aforismos ayudan a entender el proceso de escritura de la magna obra y su identidad interna.”
Ética y estética, crítica y creación, notas sobre poesía y poetas son algunos de los centros de interés que reflejan la gran variedad temática de estos aforismos, de una escritura plural que aquí encuentra su mejor cauce.
Si la labor de José Luis Morante es la del seleccionador de los miles de aforismos de Juan Ramón, que utilizó consciente y repetidamente el género, la tarea de Enrique García-Máiquez en su edición de Aforismos extraídos de Luis Rosales ha sido muy distinta: indagar en la obra de un poeta que no escribió aforismos. 
Pero la tonalidad frecuentemente sentenciosa de la poesía de Luis Rosales permite ir espigando en su obra poética, entre Abril y las tres entregas de La carta entera, versos y fragmentos que podrían aislarse como aforismos que dan una idea cabal de su mundo poético, de su potencia expresiva y su intensidad emocional. 
Porque -escribe García-Máiquez- “el aforismo rosaliano cumple una voluntaria función estrictamente poética”, lo que explica que esté menos presente en su prosa que en su poesía, de la que se han extraído aforismos como estos: 
Hay que darse a la vida como el agua a la arena (Abril). 
El tiempo es un espejo en que te miras (Rimas). 
Un muerto nunca se acaba de enterrar (Un rostro en cada ola).