02 septiembre 2018

Cervantes. La conquista de la ironía


Cuando ya nada importaba demasiado, y cuando nadie esperaba nada de él, ni siquiera él mismo, Cervantes imaginó un relato inimaginable e imposible, sobre todo en su tiempo y casi en el nuestro también. El descubrimiento de don Quijote hizo a su autor dueño de una invención que cuajó más allá de sus 50 años, porque sólo con la madurez encontró en la novela el taller de la ironía y la libertad para contar la realidad. Supo entonces desatarse de los dogmas de todos, incluidos los suyos, y, sin saber bien cómo, exprimió las virtudes del soldado católico y luchador que había sido en un libro sin ley, genuinamente nuevo e inimitable (o, por lo menos, no imitado) durante ciento cincuenta años. Se adelantó a su tiempo en la invención de un artefacto que duplicaba la realidad mientras la imitaba y desmontaba cualquier coartada que redujese a razones simples o totalizadoras la complejidad de lo real. Cervantes se acababa de inventar el modo de pensar moderno a través de una novela cómica que subvertía o, como mínimo, dejaba en suspenso la convicción entonces universal de que las cosas no pueden ser dos cosas a la vez.

Jordi Gracia. 
Taurus, Barcelona, 2016.